jueves, febrero 14, 2008

Donde dije digo, digo miedo.


Eliecer Ávila el joven cubano que ante Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional, dijo no entender por qué en Cuba no se puede viajar al exterior sin dejar de ser revolucionario, desmintió ayer haber sufrido represión de parte del gobierno por señalar en público sus inquietudes.

Eliecer no miente, las presiones no las recibió del gobierno, las recibió de parte sus seres queridos. Estoy convencido que sus familiares, al enterarse de la trascendencia de lo sucedido, por miedo le llamaron para que se retractara de sus palabras. Pero esto, aunque vergonzoso, no es lo más importante.

Ahora podríamos especular si fue detenido, o si le presionaron, o si le golpearon y de este laberinto insustancial de interrogantes e interpretaciones no sabríamos salir. Lamentablemente para la opinión pública internacional este tipo de sucesos no se divulgan aunque suceden a menudo en la isla. En Cuba los medios de difusión están todos en manos del estado, es decir, de la policía, del gobierno, de los tribunales o lo que es lo mismo, de los Castros. Este caso en particular trascendió porque habría alguna cámara indiscreta que no pudieron neutralizar a tiempo.

Lo importante de este caso es no mirar hacia donde propone la maquinaria desinformativa cubana. El tema que Eliécer Ávila, ingenuo o temerariamente, puso sobre la mesa fue: ¿Por qué los cubanos no pueden viajar al exterior, por qué los cubanos no pueden visitar los hoteles de la isla, por qué no se puede elegir a los representantes del pueblo libremente, por qué los cubanos tienen que comprar con dólares productos de primera necesidad si sus salarios son en pesos cubanos, por qué para comprar un cepillo de dientes un cubano tiene que gastarse el salario de varios días de trabajo?
Lo trascendente de todo esto es que los jóvenes cubanos no entienden lo que pasa en su país. Se quejan de carencia de libertad. Y las repuestas que les dan sus dirigentes no les satisface a nadie, porque decir que estas son las mismas carencias de antes de la revolución -o sea, de hace cincuenta años- es lo más contrarrevolucionario que he oído en mi vida. Para qué se hizo la revolución, para qué tanto sacrificio, si al final, nadie entiende nada.

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