martes, febrero 12, 2008

¿Cúal es la culpa de Cuba?


En el pasado discurso del primero de mayo en la plaza de la Revolución de la Habana, el señor Fidel Castro comenzó su diatriba con el pie forzado siguiente: ¿Cuál es la culpa de Cuba? Con su acostumbrada verborrea, enunció cientos de “logros” de la revolución cubana y por ningún lado asomó su rostro la fatídica culpa. A mí, que soy cubano y he vivido bajo esos logros, cuando leía el periódico me pareció entrar en el país de los sueños. Cuba: la isla maravillosa.
El comandante repitió cansinamente los mismos lemas escuchados desde que tomó el poder en 1959: Cuba es “el primer territorio libre en América”. No sé cuál es el concepto de libertad que tiene Castro. Libre para qué, libre de quien. El único baremo reconocido para medir las libertades de los pueblos, hoy día, es cotejando la realidad nacional con la Carta de Derechos Humanos de Naciones Unidas y, cuando enumeramos esos derechos, más de dos tercios de los mismos se conculcan en Cuba.
Esas frases son lanzadas al aire para que sean escuchadas e interiorizadas por personas de otros países que, sumergidas en sus propios problemas, pueden pensar que la solución de tales males sea hacer una maravillosa revolución castrista. Menos mal que cada vez son menos los que caen en la trampa. Esas frases son repetidas al pueblo cubano para, en vano, tratar de lavarles el cerebro mostrándoles ese atroz totalitarismo como la más inmensa libertad.
En su infructuosa “búsqueda” de la respuesta a cuál era esa culpa, el dictador del Caribe blasfemaba que el origen de nuestros males era haber erradicado el analfabetismo, o “lograr la enseñanza de computación y el empleo de medios audiovisuales de forma intensiva aplicada a la totalidad de los niños, adolescentes y jóvenes, en campos y ciudades”. ¡Que gran injusticia! No obstante, Castro no explicó la realidad de la educación en Cuba donde la escuela gira alrededor de las hazañas de Fidel y un grupo de revolucionarios, ni dijo por qué esos mismos jóvenes no tienen acceso a la literatura internacional, a las nuevas corrientes filosóficas, a Internet para que, de esa forma, se vinculen con los miles y miles de jóvenes explotados que viven en el mundo unipolar y les relaten acerca de los verdaderos logros de la Revolución.
Habló de estudio con remuneración económica, pero declinó decir cuánto ganan los obreros que crean las ganancias de la revolución. No es secreto para nadie cuál es el salario promedio de los empleados en la isla: Menos de 15 dólares al mes. Ni tampoco explicó por qué esos mismos obreros tienen que ir a comprar los alimentos y las medicinas de sus hijos en tiendas pagando con dólares que no ganan en sus fábricas.
Habló de la educación gratuita de los cubanos y dijo que cualquier ciudadano tiene la posibilidad de realizar estudios que lo conduzcan desde el preescolar hasta la obtención del título de Doctor en Ciencias, sin gastar un solo centavo. Es verdad, no pagan ni un centavo al Ministerio de Educación. Mas no dijo que sus padres pagan recibiendo míseros salarios, pagan con el miedo, con el silencio, con la obligación de llenar las plazas donde él arenga, con gritar consignas, con asistir a farsas electorales, con vitorear sus discursos, con vigilar a sus compatriotas, con muchas horas de trabajo voluntario, con guardias en los CDR; con regalar sus destinos y los de sus propios hijos, pagan aceptando un poder totalitario y unipersonal impuesto por la fuerza y el miedo. Pagan con mucho silencio
En el discurso hizo referencia a que en Cuba no se tortura. Puede ser verdad, generalmente los verdugos torturan a los conspiradores u opositores para obtener información sobre qué hacen y donde se esconden. La oposición pacífica cubana no conspira, no se esconde, no oculta nada. Su mayor defensa radica en hacerlo todo muy transparente, a la luz del día. No hay secretos, ni se trama nada maquiavélico para derrotar al gobierno. Las ideas son claras, trasparentes como la verdad que los guía. Once mil cubanos firmaron la propuesta del Proyecto Varela, a rostro descubierto. No hay secretos, el único objetivo esgrimido es alcanzar la democracia.
Las Damas de Blanco salen todas las semanas en manifestación para pedir por sus maridos, presos injustamente por anhelar democratizar su país. No tiene sentido la tortura a no ser para callar esas bocas que nada tienen que perder.
Fidel, como a él le gusta que le llamen, dijo que el 85 por ciento de la población es propietaria de la vivienda. Y que “ésta está libre de todo impuesto. El 15 por ciento restante paga un alquiler absolutamente simbólico, que apenas se eleva al 10 por ciento del salario”. Esto visto así parece de película, pero cualquier persona que haya ido a Cuba sabrá que la situación de los cubanos es otra. En Cuba desde el glorioso triunfo de la revolución, está prohibida la venta y compra de casas. Si alguien era propietario de su vivienda, solamente la podía cambiar por otra o entregársela al gobierno. El gobierno es el único autorizado para otorgarlas, y estas se repartían , al principio, a los que habían hecho la revolución: militares, ministros, altos cargos; luego a los que trabajaban de tres a cinco años en la zafra azucarera o en la construcción, con horarios bestiales y condiciones infrahumanas, dejando sus trabajos habituales (oficinas, aulas, laboratorios, talleres) y aún así debían mostrar una actitud revolucionaria ante la vida. No bastaba con trabajar sino que había que ser revolucionario de avanzada. Otros que recibieron viviendas fueron los médicos internacionalistas cuando regresaban de sus misiones. Trabajar nunca fue la clave, la clave era apoyarle incondicionalmente asintiendo todas sus decisiones. Si eras religioso no podías optar por viviendas, aunque fueras a la construcción igual que los demás, o fueras a dar tu vida en la guerra de turno. Si no hacías guardias o trabajo voluntario tampoco podías optar por una vivienda. No obstante, hay que decir que más del 60 por ciento de la población cubana vive de forma hacinada en viviendas en mal estado donde es común la convivencia de tres generaciones de una misma familia. La isla está repleta de cuartuchos semi derruidos por el tiempo y la falta de mantenimiento. En la Habana, oficialmente, no ha habido nunca una guerra y cuando caminas por sus calles te da la sensación de pasear por una ciudad víctima de un atroz bombardeo. Es así como viven los cubanos.
Yo no sé de qué Cuba habló Fidel Castro. Si la magnífica Cuba que él describe existiera, muchos habríamos sido los primeros en apoyarle, en elegirle, en vitorearle, pero su ficción esta muy lejos de la realidad, más del 20 por ciento de la población cubana ha tenido que abandonar la isla. Las mujeres cubanas se prostituyen por míseras pagas. No puedo hablar de porcentajes porque la cantidad de chicas prostituidas no se recoge en ningún record público. Los universitarios cubanos ponen café en las playas de Miami o en los bares de Madrid. Las personas que hablan en contra de lo que allí sucede son encarceladas y condenadas a 25 años de cárcel y las que intentan escapar, como es lógico en toda fuga: por la fuerza, son fusiladas para dar un escarmiento. Al estilo de los Hitlerianos cuando algún reo trataba de huir de los campos de concentración. Ese es el precio de la vida en la Perla de la Antillas.
No Fidel, esa Cuba de tus discursos no existe. Recuerda que el objetivo de esta obra era repartir la justicia y las riquezas naturales de nuestra nación. La justicia ha desaparecido, seguro se encuentra allá donde nuestra riqueza, y la nación cubana se está pudriendo bajo tus garras, está muriendo entre los colmillos de tu farsante boca. No estoy justificando con estas palabras ninguna agresión a la isla, todo lo contrario. Sería un error inhumano querer bombardear o invadir nuestra sufrida patria. En Cuba, además de ti, hay muchos cubanos que tienen la responsabilidad de sobrevivirte y no creo que merezca la pena hacer en dos semanas, a costa de muchas vidas, lo que vamos a obtener dentro de muy poco, por ley natural. La vida del más simple de los cubanos vale más que le tuya. Fidel, de forma pacífica, vamos a sobrevivirte y tus atrocidades se sabrán más tarde o más temprano. Algunos, a lo mejor, no lo veremos pero nos quedará la tranquilidad de haber aportado un granito de arena en el edificio de la futura sociedad.
La culpa de Cuba es haberte resistido durante tanto tiempo. Esa es mi respuesta.
Madrid, 2005.

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