miércoles, febrero 20, 2008

Renuncia Castro


Nos levantamos hoy con la noticia de que Fidel Castro, convaleciente de una grave enfermedad, renuncia a todos los cargos que ostentaba desde hace varios años en Cuba. Me ha llamado la atención que incluso haya renunciado al cargo de comandante en jefe, un cargo honorífico preñado de mucha simbología para los revolucionarios cubanos.

Hay varias interpretaciones alrededor de la noticia. Unos dicen que lo único que Castro ha hecho es certificar un proceso que había comenzado con su enfermedad y por lo tanto, no significa nada nuevo. Sin embargo, yo creo que este anuncio puede tener otras lecturas.

La primera lectura es que esta renuncia significa el inicio oficial de la transición a la época pos castrista. Un régimen que se basó en tener una tremenda concentración de poder en una sola persona ahora tendría que continuar su andadura con el poder repartido entre varios individuos, como sucede en casi todos los países del mundo.

La segunda lectura debería ser que el estado se salud de Castro es realmente grave. Y aunque su deceso no sea inmediato, la sensación de encontrarse viviendo sus últimas horas no le permiten seguir adelante con lo que él consideraba su obra vital.
Recuerden que hasta hace muy poco dijo que moriría con las botas puestas.

La tercera y más importante lectura es que a partir de ahora todos los dirigentes del régimen tendrán que mojarse y asumir la verdadera responsabilidad que tienen con el pueblo cubano. Cualquier gesto adquiriría singular importancia. Las causas de todos los hechos tendrán nombres y apellidos. Los nuevos dirigentes deberán aprender a caminar sin el "escudo protector" del comandante en jefe. La responsabilidad de los aciertos y los fracasos descansarán por fin sobre otros hombros.

Si del gobierno, que nacerá el próximo domingo en la Asamblea Nacional, saliera una amnistía general a todos los presos políticos, entonces la señal sería captada por todo el mundo como un guiño positivo al cambio. Pero si, al contrario, opta por la retórica revolucionaria y el discurso es de trincheras, muertos y amenazas entonces nos encontraríamos con más de lo mismo.

Sea cual sea el resultado de este anuncio nos encontramos en el momento del pueblo y sería obtuso sentarnos a esperar a ver qué pasa por allá arriba, hay que exigir como nunca antes un cambio hacia la apertura de la nación, la democratización y la libertad. No deberíamos conformarnos con migajas ni mendigar los derechos que hasta ahora se nos han conculcado.
Vienen tiempos duros pero al final del camino nos encontraremos con esa libertad tantas veces arrebatada. Mucho ojo, ahora es cuando comienza el verdadero juego.

martes, febrero 19, 2008

Castro destierra a cuatro disidentes

Me siento realmente aturdido. Cuatro disidentes cubanos son deportados a España desde las cárceles cubanas y la gran mayoría de los periódicos percibe el hecho como un gesto humanitario de parte del gobierno provisional de Raúl Castro.
Las deportaciones eran una práctica Stalinista o Hitleriana cuando trasladaban a los disidentes rusos a Siberia o a los judíos de toda Europa, a los campos de concentración enclavados en Polonia.
El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 1998 define la deportación como la expulsión de personas de la zona donde están presentes legítimamente sin motivos autorizados por el derecho internacional. La deportación supone cruzar fronteras nacionales y está considerada como un delito de lesa humanidad. Pedro Pablo Alvarez Ramos, Omar Pernet Hernández, José Gabriel Ramón Castillo y Alejandro González Raga han sido sacados de las cárceles de la isla para ser trasladados forzosamente a España.
No es que me oponga a la liberación de este grupo de gloriosas personas. Pero la buena voluntad sería liberarles a ellos y a los más de 200 presos políticos que hay en las cárceles cubanas para que permanezcan en su país natal o donde ellos decidan libremente. Por lo visto, esto no sucederá en Cuba mientras perdure el castrismo.
Las personas que valiente y pacíficamente se enfrentan a este tipo de régimen saben de antemano que la cárcel, el destierro o el fusilamiento es su destino natural. Cualquiera de las tres condenas escogidas por el régimen debería contar con la reprobación de todo el mundo.
Ni cárcel ni destierro ni fusilamiento, liberación de todos los presos disidentes ese si sería un gesto positivo, signo de que algo se mueve en la Cuba actual.

jueves, febrero 14, 2008

Donde dije digo, digo miedo.


Eliecer Ávila el joven cubano que ante Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional, dijo no entender por qué en Cuba no se puede viajar al exterior sin dejar de ser revolucionario, desmintió ayer haber sufrido represión de parte del gobierno por señalar en público sus inquietudes.

Eliecer no miente, las presiones no las recibió del gobierno, las recibió de parte sus seres queridos. Estoy convencido que sus familiares, al enterarse de la trascendencia de lo sucedido, por miedo le llamaron para que se retractara de sus palabras. Pero esto, aunque vergonzoso, no es lo más importante.

Ahora podríamos especular si fue detenido, o si le presionaron, o si le golpearon y de este laberinto insustancial de interrogantes e interpretaciones no sabríamos salir. Lamentablemente para la opinión pública internacional este tipo de sucesos no se divulgan aunque suceden a menudo en la isla. En Cuba los medios de difusión están todos en manos del estado, es decir, de la policía, del gobierno, de los tribunales o lo que es lo mismo, de los Castros. Este caso en particular trascendió porque habría alguna cámara indiscreta que no pudieron neutralizar a tiempo.

Lo importante de este caso es no mirar hacia donde propone la maquinaria desinformativa cubana. El tema que Eliécer Ávila, ingenuo o temerariamente, puso sobre la mesa fue: ¿Por qué los cubanos no pueden viajar al exterior, por qué los cubanos no pueden visitar los hoteles de la isla, por qué no se puede elegir a los representantes del pueblo libremente, por qué los cubanos tienen que comprar con dólares productos de primera necesidad si sus salarios son en pesos cubanos, por qué para comprar un cepillo de dientes un cubano tiene que gastarse el salario de varios días de trabajo?
Lo trascendente de todo esto es que los jóvenes cubanos no entienden lo que pasa en su país. Se quejan de carencia de libertad. Y las repuestas que les dan sus dirigentes no les satisface a nadie, porque decir que estas son las mismas carencias de antes de la revolución -o sea, de hace cincuenta años- es lo más contrarrevolucionario que he oído en mi vida. Para qué se hizo la revolución, para qué tanto sacrificio, si al final, nadie entiende nada.

martes, febrero 12, 2008

¿Cúal es la culpa de Cuba?


En el pasado discurso del primero de mayo en la plaza de la Revolución de la Habana, el señor Fidel Castro comenzó su diatriba con el pie forzado siguiente: ¿Cuál es la culpa de Cuba? Con su acostumbrada verborrea, enunció cientos de “logros” de la revolución cubana y por ningún lado asomó su rostro la fatídica culpa. A mí, que soy cubano y he vivido bajo esos logros, cuando leía el periódico me pareció entrar en el país de los sueños. Cuba: la isla maravillosa.
El comandante repitió cansinamente los mismos lemas escuchados desde que tomó el poder en 1959: Cuba es “el primer territorio libre en América”. No sé cuál es el concepto de libertad que tiene Castro. Libre para qué, libre de quien. El único baremo reconocido para medir las libertades de los pueblos, hoy día, es cotejando la realidad nacional con la Carta de Derechos Humanos de Naciones Unidas y, cuando enumeramos esos derechos, más de dos tercios de los mismos se conculcan en Cuba.
Esas frases son lanzadas al aire para que sean escuchadas e interiorizadas por personas de otros países que, sumergidas en sus propios problemas, pueden pensar que la solución de tales males sea hacer una maravillosa revolución castrista. Menos mal que cada vez son menos los que caen en la trampa. Esas frases son repetidas al pueblo cubano para, en vano, tratar de lavarles el cerebro mostrándoles ese atroz totalitarismo como la más inmensa libertad.
En su infructuosa “búsqueda” de la respuesta a cuál era esa culpa, el dictador del Caribe blasfemaba que el origen de nuestros males era haber erradicado el analfabetismo, o “lograr la enseñanza de computación y el empleo de medios audiovisuales de forma intensiva aplicada a la totalidad de los niños, adolescentes y jóvenes, en campos y ciudades”. ¡Que gran injusticia! No obstante, Castro no explicó la realidad de la educación en Cuba donde la escuela gira alrededor de las hazañas de Fidel y un grupo de revolucionarios, ni dijo por qué esos mismos jóvenes no tienen acceso a la literatura internacional, a las nuevas corrientes filosóficas, a Internet para que, de esa forma, se vinculen con los miles y miles de jóvenes explotados que viven en el mundo unipolar y les relaten acerca de los verdaderos logros de la Revolución.
Habló de estudio con remuneración económica, pero declinó decir cuánto ganan los obreros que crean las ganancias de la revolución. No es secreto para nadie cuál es el salario promedio de los empleados en la isla: Menos de 15 dólares al mes. Ni tampoco explicó por qué esos mismos obreros tienen que ir a comprar los alimentos y las medicinas de sus hijos en tiendas pagando con dólares que no ganan en sus fábricas.
Habló de la educación gratuita de los cubanos y dijo que cualquier ciudadano tiene la posibilidad de realizar estudios que lo conduzcan desde el preescolar hasta la obtención del título de Doctor en Ciencias, sin gastar un solo centavo. Es verdad, no pagan ni un centavo al Ministerio de Educación. Mas no dijo que sus padres pagan recibiendo míseros salarios, pagan con el miedo, con el silencio, con la obligación de llenar las plazas donde él arenga, con gritar consignas, con asistir a farsas electorales, con vitorear sus discursos, con vigilar a sus compatriotas, con muchas horas de trabajo voluntario, con guardias en los CDR; con regalar sus destinos y los de sus propios hijos, pagan aceptando un poder totalitario y unipersonal impuesto por la fuerza y el miedo. Pagan con mucho silencio
En el discurso hizo referencia a que en Cuba no se tortura. Puede ser verdad, generalmente los verdugos torturan a los conspiradores u opositores para obtener información sobre qué hacen y donde se esconden. La oposición pacífica cubana no conspira, no se esconde, no oculta nada. Su mayor defensa radica en hacerlo todo muy transparente, a la luz del día. No hay secretos, ni se trama nada maquiavélico para derrotar al gobierno. Las ideas son claras, trasparentes como la verdad que los guía. Once mil cubanos firmaron la propuesta del Proyecto Varela, a rostro descubierto. No hay secretos, el único objetivo esgrimido es alcanzar la democracia.
Las Damas de Blanco salen todas las semanas en manifestación para pedir por sus maridos, presos injustamente por anhelar democratizar su país. No tiene sentido la tortura a no ser para callar esas bocas que nada tienen que perder.
Fidel, como a él le gusta que le llamen, dijo que el 85 por ciento de la población es propietaria de la vivienda. Y que “ésta está libre de todo impuesto. El 15 por ciento restante paga un alquiler absolutamente simbólico, que apenas se eleva al 10 por ciento del salario”. Esto visto así parece de película, pero cualquier persona que haya ido a Cuba sabrá que la situación de los cubanos es otra. En Cuba desde el glorioso triunfo de la revolución, está prohibida la venta y compra de casas. Si alguien era propietario de su vivienda, solamente la podía cambiar por otra o entregársela al gobierno. El gobierno es el único autorizado para otorgarlas, y estas se repartían , al principio, a los que habían hecho la revolución: militares, ministros, altos cargos; luego a los que trabajaban de tres a cinco años en la zafra azucarera o en la construcción, con horarios bestiales y condiciones infrahumanas, dejando sus trabajos habituales (oficinas, aulas, laboratorios, talleres) y aún así debían mostrar una actitud revolucionaria ante la vida. No bastaba con trabajar sino que había que ser revolucionario de avanzada. Otros que recibieron viviendas fueron los médicos internacionalistas cuando regresaban de sus misiones. Trabajar nunca fue la clave, la clave era apoyarle incondicionalmente asintiendo todas sus decisiones. Si eras religioso no podías optar por viviendas, aunque fueras a la construcción igual que los demás, o fueras a dar tu vida en la guerra de turno. Si no hacías guardias o trabajo voluntario tampoco podías optar por una vivienda. No obstante, hay que decir que más del 60 por ciento de la población cubana vive de forma hacinada en viviendas en mal estado donde es común la convivencia de tres generaciones de una misma familia. La isla está repleta de cuartuchos semi derruidos por el tiempo y la falta de mantenimiento. En la Habana, oficialmente, no ha habido nunca una guerra y cuando caminas por sus calles te da la sensación de pasear por una ciudad víctima de un atroz bombardeo. Es así como viven los cubanos.
Yo no sé de qué Cuba habló Fidel Castro. Si la magnífica Cuba que él describe existiera, muchos habríamos sido los primeros en apoyarle, en elegirle, en vitorearle, pero su ficción esta muy lejos de la realidad, más del 20 por ciento de la población cubana ha tenido que abandonar la isla. Las mujeres cubanas se prostituyen por míseras pagas. No puedo hablar de porcentajes porque la cantidad de chicas prostituidas no se recoge en ningún record público. Los universitarios cubanos ponen café en las playas de Miami o en los bares de Madrid. Las personas que hablan en contra de lo que allí sucede son encarceladas y condenadas a 25 años de cárcel y las que intentan escapar, como es lógico en toda fuga: por la fuerza, son fusiladas para dar un escarmiento. Al estilo de los Hitlerianos cuando algún reo trataba de huir de los campos de concentración. Ese es el precio de la vida en la Perla de la Antillas.
No Fidel, esa Cuba de tus discursos no existe. Recuerda que el objetivo de esta obra era repartir la justicia y las riquezas naturales de nuestra nación. La justicia ha desaparecido, seguro se encuentra allá donde nuestra riqueza, y la nación cubana se está pudriendo bajo tus garras, está muriendo entre los colmillos de tu farsante boca. No estoy justificando con estas palabras ninguna agresión a la isla, todo lo contrario. Sería un error inhumano querer bombardear o invadir nuestra sufrida patria. En Cuba, además de ti, hay muchos cubanos que tienen la responsabilidad de sobrevivirte y no creo que merezca la pena hacer en dos semanas, a costa de muchas vidas, lo que vamos a obtener dentro de muy poco, por ley natural. La vida del más simple de los cubanos vale más que le tuya. Fidel, de forma pacífica, vamos a sobrevivirte y tus atrocidades se sabrán más tarde o más temprano. Algunos, a lo mejor, no lo veremos pero nos quedará la tranquilidad de haber aportado un granito de arena en el edificio de la futura sociedad.
La culpa de Cuba es haberte resistido durante tanto tiempo. Esa es mi respuesta.
Madrid, 2005.

Unidad, el precio para la democracia




La sociedad cubana está viviendo momentos cruciales en su recorrido histórico. La euforia de los movimientos disidentes les hace desafiar a plena luz al exhausto régimen, mientras éste, reculando, absorbe bocanadas de las últimas botellas de oxígeno que guarda en su despensa.
Ya nadie se parapeta en tácticas de lucha ni se esgrimen nuevas iniciativas, todos corren en tropel a darle la puntilla a una bestia que el tiempo y el anacronismo de su ideología se han encargado de humillar. En el fondo de la escena parece estar la silla del trono, disponible para aquel que deposite en su pedestal el cadáver de la fiera abatida.
Sin embargo, la lucha por la ofrenda pudiera alargar la letanía de la anunciada defunción, sobre todo, si las pupilas de quienes tanto la anhelan se mueven nerviosas desde el dulce trono al incómodo amigo, al tiempo que dejan de observar fijamente la razón de la contienda. Algo parecido pudiera estar ensombreciendo la titánica lucha de miles de cubanos por la democracia. Algunos, desde una posición arrogante, se niegan a dialogar con otras facciones; otros, poco flexibles, rechazan apoyar las iniciativas ajenas. A veces la lucha parece pasar del plano ideológico al personal y los codazos del compañero se convierten en un señuelo falso.
Hay opositores que entienden que, de cara a la transición, el gobierno se encuentra atrapado por más de cuarenta años de guerra ideológica; sin embargo son incapaces de analizar que ellos mismos se atrincheran en nichos tácticos que les impiden sumar a otros compatriotas ya concienciados con la situación nacional. Reconocer y apoyar las iniciativas ajenas por la democracia debería ser la divisa de los grupos disidentes y de derechos humanos en Cuba. Todos, excepto el gobierno actual, se verán beneficiados si una sola de ellas tiene éxito.
No apoyarse mutuamente sería presumir, con ingenuo infantilismo, que la única propuesta válida para solucionar la actual crisis es la propia, reconociendo así implícitamente que el resto de los luchadores están equivocados.
Equivocados están aquellos que piensan que hacer méritos, para la democracia, será una inversión exclusiva y vitalicia a cobrar en la próxima sociedad. Una democracia verdadera es algo vivo, donde se deberá invertir todos los días. En eso se distingue del perpetuo poder totalitario.
Hoy y ahora hace falta terminar la faena evitando herir al compañero con fuego amigo y para eso, no es suficiente con marcar cada una de las posiciones sino que, además, es menester alinearse con los otros opositores frente al único objetivo: alcanzar la democracia.
Es comprensible que la reacción a más de cuatro décadas de totalitarismo y unanimidad sea el deseo de expresar la diversidad de criterios en las soluciones a los problemas nacionales. Pero sería bueno observar que hasta en las democracias más asentadas tienen lugar alianzas. Y sólo a través de ellas se ha podido defender en muchas ocasiones la propia libertad. En Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Israel, Turquía, Noruega, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, estas coaliciones ayudaron a la instauración o preservación de la democracia y ello no implicó el avasallamiento de los respectivos proyectos políticos.
En el caso específico de Francia la democracia representada por Jacques Chirac, del Partido conservador Unión por la República, se vio beneficiada por el 82 por ciento de los votos en las elecciones de mayo último y consiguió así impedir el arribo al poder del ultraderechista Jean-Marie Le Pen, del Frente Nacional. El lema de la izquierda en esas elecciones fue: “Votar por Chirac para frenar el fascismo”.
En nuestra patria la disidencia se ve en un claro dilema: ¿preponderar su estrategia, la plena instauración de la democracia, o bien luchar entre sí por imponer un programa ideológico específico?
Bajo la primera opción cualquier iniciativa opositora fluiría por todas las estructuras de los grupos y partidos disidentes llegando a cada uno de sus rincones de influencia. Esta presión al gobierno, acostumbrado a enfrentarse a adversarios débiles y divididos, le haría, por primera vez, tener en cuenta a la disidencia que se convertiría, por méritos propios, en intermediario entre el régimen y la sociedad, pudiendo influir en el rumbo y las formas de la transición hacia la democracia.
La segunda opción sería jugar a la democracia bajo un régimen totalitario, con la desventaja de no contar con infraestructuras necesarias para activar mecanismos de movilización popular.
En modo alguno se trata de abandonar la línea de cada cual, la dinámica es actuar llamando, escuchando y apoyando a las diferentes facciones.
Más allá del optimismo, es ser realista y comprender que, aunque achacoso, el régimen sigue sentado en la silla del poder. Y para apearlo debemos, con las fuerzas de todos, ponerlo de rodillas ante el pueblo y sólo este último, amparado por un marco democrático y constitucional, decidirá quiénes irán al poder y quiénes formarán la oposición.
Sería lamentable dentro de unos años escuchar la voz raída del semidifunto régimen cantando el cubanísimo bolero:“...las penas que a mi me matan son tantas que se atropellan, se agolpan unas a otras y por eso no me matan..”
2003

En la cama del poder.

Horas de discursos, noches de insomnio, reuniones secretas, movimientos psicológicos, cómo apretar sin romper la rosca, cómo sobrevivir sin ceder, cómo distraer la atención apuntado por la mirada de todos. Qué nueva locura, las marchas, las firmas, los gritos, las cárceles y después qué. Resistir qué y contra quien. Otra vez, “resistir” flota en el horizonte. Las fuerzas políticas se agotan, las económicas se extinguen, los amigos aquellos seres anacrónicos, están fuera de juego expuestos en los ruinosos museos de la Historia.
Del pueblo han salido enanos, deseosos de justicia. No se ocultan. Entonces ¿dónde está el miedo sembrado en tantos años? ¿No hay miedo en Cuba? Y esas firmas. Once mil ya son bastantes, difíciles de ocultar.
Otra marcha, pero no tiene petróleo, ni turistas en los hoteles, ni azúcar en los almacenes. Y las armas están todas a buen recaudo.
Otra vez no duerme, se le fue la mano con lo de Fox, le costó ausentarse de la cumbre, y traer al bocazas de Carter. Venezuela flaquea. Parece que los años pesan y esta vez demasiado. Pero no se rinde, primero todos muertos con él.
No quiere ser pesimista. Siempre sale airoso, ellos siempre fallan. Le ayudan con su desunión, seguro se aprovecha otra vez. Pero los de aquí, a esos si que los encarcelará, les perseguirá, acorralará e intimidará. Les advertirá que esta vez el juego es en serio, de patria o muerte. Y la patria es de él. De ellos... bueno, eso ni se menciona.
Otra marcha, recogida de firmas, muchos gritos. Gritos que no ahuyenten a los turistas. Gritos de niños pioneros uniformados, de mujeres con banderas cubanas. Mujeres mulatas, jóvenes apetitosas y revolucionarias.
Y a la gente qué les dará, no hay baseball, entonces fútbol. El mundial en vivo todo el día. Alzó los precios, y nadie habla del proyecto. “Sin huevos no hay política”, así ya tienen en qué pensar.
Alcanza el sueño, teme dormirse y despertar en otro mundo. Allá también será difícil, le esperan viejos conocidos, no le queda más remedio que resistir en este mundo sin dormir.....

Madrid 2002.

Cuba con miedo

Cuba con miedo (publicado en un antiguo Blog a principio de 2007)

Sé que muchos de mis lectores son amantes apasionados de esa isla de 11 millones de habitantes enclavada en el mar Caribe. Muchos han estado allá y otros sueñan con visitarla atraídos por ese halo mágico que impera en ella, mas para casi todos lo que allí sucede resulta un tanto incomprensible.

Mi delirio es Cuba y no por eso me considero, ni por asomo, poseedor de la verdad de lo que ocurre en la isla. Pudiéramos decir que con estas reflexiones les muestro un trozo de la realidad, mi pequeña verdad, una arista, desde donde otean mis pupilas y se encamina el sentido de mi vida.

Una de las preguntas que más me hacen es por qué tan poca gente se manifiesta en contra del régimen y a favor de la libertad.

Primeramente, creo que ya no son tan pocas las personas que se manifiestan en contra del régimen. Existen en Cuba actualmente más de 200 organizaciones que actúan – al margen de lo permitido por la ley- con el afán de lograr un cambio en el sistema. Incluso, por primera vez desde el triunfo de la revolución, se ha dado el fenómeno de que más de 35000 ciudadanos firmen un proyecto de oposición donde se llama al gobierno a dar los pasos necesarios hacia la democratización. Este proyecto llamado Varela ha demostrado que la sociedad civil se organiza y comienza a salir del letargo de los últimos cuarenta años. Otro ejemplo, de los múltiples que podemos señalar, son las manifestaciones pacíficas que hacen las esposas y madres de los presos políticos en el movimiento denominado las Damas de Blanco. Estas titánicas mujeres cubanas amenazadas y violentadas por el régimen sacan valor cada semana para pedir la libertad de los suyos.

De todas formas, en Cuba no todo el mundo se siente acosado por el régimen. Cuando hablamos de libertad, no podemos ser absolutos, no existe una única forma de ver la libertad. Dos personas, bajo un mismo sistema, pueden apreciar este relativo y vital fenómeno desde dos posiciones diferentes. La libertad es algo muy personal, entra en el campo de lo privado, o mejor dicho, de lo individual. Por eso, las sociedades donde se respeta más al individuo, permitiendo, al máximo posible, su accionar,- libertad de expresión, de asociación, de movimiento, libertad de credo y elección- son las consideradas democráticas. En sociedades, como la cubana, donde se conculcan los derechos fundamentales de las personas, sin embargo, existen individuos que se sienten enteramente libres. Dichas personas pueden satisfacer sus necesidades existenciales dentro del estrecho margen permitido en la sociedad en cuestión. Incluso, estos individuos pueden justificar cualquier carencia de sus libertades como parte de ese “contrato social” a través del cual ceden parcelas de libertad –expresión o elección- a cambio de protección, estabilidad y garantía de vida. Es aquí donde juega un papel fundamental el miedo. Ese sentimiento que se apodera de nuestras mentes y nos hace incapaces de aspirar a cambiar el status quo, seguros de que todo cambio puede ser peor. Por la escasa y manipulada información, se tiende a infravalorar el rol de la democracia para potenciar el bienestar social.

Para toda sociedad es vital saber, a ciencia cierta, en qué momento histórico del desarrollo humano nos encontramos. Qué sucede en el resto mundo, cuáles son los últimos derroteros sociales dentro de la gran aldea humana. Qué está considerado por las organizaciones internacionales como violatorio, reprobable, y lacerante de las libertades del hombre. Cuáles son las últimas tendencias del pensamiento filosófico y social. Respondiendo estas preguntas podemos evitar que la falta de referencia nos pueda hacer creer que gozamos de la mayor de las libertades posibles. Si observamos a Cuba, una sociedad poco transparente y altamente manipulada por el poder central, bombardeada, de forma constante, por los medios con noticias donde se destacan, solamente, los aspectos negativos de las otras sociedades- ceses masivos de trabajadores, golpes de estado, guerras, hambre, discriminación- activa en sus ciudadanos ese mecanismo llamado miedo que produce que muchos individuos se aferren a su realidad, dando gracias a Dios y maldiciendo a todo aquel que los llame a tratar de cambiarla, aunque se les prometa que con dicho cambio pueden alcanzar un futuro mejor. Todo lo diferente sonará a utopía temeraria o a quimera. Y pensarán que en ello está en juego su propia existencia. Este miedo tendrá como consecuencia el inmovilismo y la paralización de nuevas formas de concebir la sociedad. La más mínima elección pasará por el tamiz de los omnipresentes controles del régimen que funcionan incluso en el interior de sus mentes.

En resumen, en Cuba el miedo, la falta de referencia, y la destrucción de la sociedad civil, han dado como resultado la aparente conformidad de muchos de los ciudadanos. Por eso, alguien desde fuera puede pensar que la mayoría de los cubanos actúan de manera voluntaria cuando manifiesta su apoyo al régimen. Nada más lejos de la realidad.

Así es Cuba

http://es.youtube.com/watch?v=9D_i2IpDR9U

Asi es Cuba

http://es.youtube.com/watch?v=ddql_STBwVY&feature=related