martes, febrero 14, 2012

Para la democracia, acción.


La vieja discusión entre el intelectualismo y los que abogan por la acción se ha instaurado en la disidencia cubana. Esta divergencia existió ya entre los socialdemócratas rusos, a principios del pasado siglo, en los albores de la revolución bolchevique. La experiencia nos dice que cuando se genera un movimiento renovador los protagonistas siempre tienen distintos enfoques, unos abogan por las tácticas intelectualista y otros piensan que las condiciones ya están maduras para comenzar la acción.


El intelectualismo no es el mero hecho de analizar y conceptualizar la realidad circundante, nos proporciona, a través del conocimiento, los instrumentos necesarios para transformar dicha realidad. El intelectualismo no contradice ni está reñido, per se, con las tendencias que preponderan la acción práctica. Las dos posiciones se nutren y se compensan, ambas bien coordinadas llevan in ciernes el fin del régimen. La acción práctica bien planificada, podríamos decir, es el culmen del intelectualismo. El intelectualismo inmovilista es mera contemplación y la acción sin intelectualismo es pura temeridad. Para que se produzca el cambio hacia la democracia las fuerzas renovadoras necesitan coordinar un plan estratégico de acción donde se contemplen todos los escenarios de la lucha pacífica y todos los pasos a seguir.


Yo admiro y respeto profundamente a Las Damas de Blanco porque son las únicas en Cuba que con una táctica simple han puesto en aprieto al régimen totalitario. Ellas no preguntan sobre ideologías, saben que solo la acción constante, la demostración permanente de su descontento evidencia la opresión existente.


Las Damas de Blanco son invulnerables a la penetración de la Seguridad del Estado porque su programa es transparente y consiste en manifestar su malestar en público. No hay otra hoja de ruta, para ser Dama de Blanco no hay que conspirar, sólo manifestarse cada fin de semana contra la existencia de presos políticos. Los infiltrados de la Seguridad del Estado -con certeza existen allí dentro- no tienen más remedio que salir en procesión a las calles con el resto y, por lo tanto, cumplir con el único plan táctico de la organización, para los ciudadanos todos los que se manifiestan son disidentes, o un cubano descontento y por tanto será visto como un símbolo de resistencia. Cada vez que estas pacíficas mujeres son reprimidas, el pueblo visualiza la naturaleza del régimen, incluso, los propios agentes de la Seguridad del Estado se harán muchas preguntas, ellos también son parte de ese valeroso pueblo y, por ende, víctimas dobles de la dictadura, porque sufren y proporcionan sufrimiento a sus propios hermanos.


Cualquier organización disidente para saber cuan eficaz es su actividad debería desplegar sobre una mesa su plan estratégico y responderse a la pregunta ¿con esto podemos derrocar al régimen? La respuesta nos ayudará a llegar a la conclusión de que tenemos que coordinar con otros grupos disidentes y entre todos involucrar al pueblo. Ni las Damas de Blanco por si solas, ni el Proyecto Varela, ni Arco Progresista, ni Yohani con su web, ni el Movimiento de Opción Alternativa, ni el Movimiento Libertad y Democracia, ni Martha Beatriz Roque, ni el Comité Cubanos Proderechos Humanos, ni la Fundación Lawton de Derechos Humanos, cumpliendo su plan punto por punto no podrán cambiar la realidad cubana, si no coordinan sus actividades en un plan estratégico.



El tejido de organizaciones disidentes es amplio y variado, no existe rincón de la isla donde no se cuenten por cientos los grupos opositores. Pero todos, a decir verdad, están penetrados por los agentes de la Seguridad del Estado. Para evitar el impacto de la actividad del régimen en estos grupos, la solución más sabia es la transparencia y la coordinación. Y mejor aun, sería convertir a los propios agentes del régimen en nuestros máximos colaboradores. ¿Cómo se hace? De diversas formas, que los disidentes tengan que interactuar con la ciudadanía, solidarizándonos con sus causas, sus problemas, sacando a la luz nuestros símbolos, manifestándonos planificadamente. Tendríamos que preguntarnos: ¿Vamos a atentar contra algún policía? ¿Vamos a disparar a algún dirigente? ¿ Vamos a cometer actos terroristas? ¿Vamos a asaltar algún cuartel del ejercito? ¿ Vamos a alzarnos en armas contra el régimen? Si las respuestas a estas preguntas son negativas, entonces hemos llegado a la conclusión siguiente: no tenemos nada que ocultar, no tenemos por qué conspirar. Defender los Derechos Humanos además de ser un honor, debe ser un acto visible y transparente. Aspirar que el pueblo sea libre y dueño de su destino debería ser visible y transparente. Denunciar las injusticias que comete el tirano contra la ciudadanía debe ser un acto visible y transparente. Sólo así, se puede construir una verdadera oposición que aspire a aglutinar en su entorno al pueblo, el único capaz de hacer cambiar la penosa realidad de Cuba.


Ser disidente, por tanto, no es conspirar, sino actuar para los cubanos y con los cubanos. Entender que el secretismo nunca ha sido nuestro aliado, al contrario, es alidado del régimen que hace que nos temamos los unos de los otros. A los cubanos nos interesa saber quienes sufren, quienes son las víctimas, de dónde emana la injusticia para que el conjunto de ciudadanos pueda entender que existe una parte de la sociedad organizada y preparada para guiarnos por el camino hacia la victoria. Los ciudadanos identificarán ese nosotros dispuestos a cambiar la horrible realidad de Cuba.


Ha llegado el momento de la acción planificada, de salir de los tolerados estrecho márgenes. Salir del mero intelectualismo de la mano de los intelectuales comprometidos, planificando cada paso de la lucha pacífica. Se pueden coordinar actividades, por ejemplo, pararnos a una hora determinada en la puerta de nuestros hogares con nuestro hijos en silencio. Reunirnos todos, por ejemplo, en el parque de nuestro barrio a la hora del noticiero. Evidenciando de esta manera el rechazo a la manipulación, mostrando, entre iguales, el descontento. Podríamos convertir la música tema del noticiero en la señal que nos indique el comienzo de acción: algo tan sencillo como ir al parque más cercano y reunirnos en silencio todos los días. El régimen no tiene capacidad para reprimirnos a todos a la vez. Y si lo hace, movilizará, el mismo, la conciencia nacional. Podríamos en estas reuniones leer los versos de Nicolás Guillen : “....No sé por qué piensas tú soldado que te odio yo, si somos la misma cosa tú y yo......” repetirlo hasta la saciedad. Al fin y al cabo, todos somos víctimas de la dictadura, los policías también son víctimas del régimen.


Las manifestaciones pueden ser diversas, pintar una paloma blanca en la pared de nuestras casas como muestra de descontento y reprobación. Así veremos cuántos somos nosotros, saquemos a la calle el poder de la mayoría, sin violencia, con amor, por nuestros hijos, por nosotros mismos, por nuestra dignidad.


El rol de las organizaciones disidentes deberá ser estar preparadas y coordinadas para encabezar estos actos que no deben ser espontáneos. Los grupos disidentes deberían utilizar sus infraestructuras a través de toda la isla para dar a conocer a los ciudadanos los hechos acontecidos mostrándoles las experiencias para las siguientes manifestaciones. Los disidentes deberían alentar a los cubanos a luchar por su futuro y mantener este espíritu hasta que se produzca el inevitable cambio.


Tenemos que manifestarnos, nadie en el mundo nos va a dar nada porque nos dediquemos a quejarnos de cómo vulneran nuestros derechos. El camino nos lo han indicado, fuera de Cuba, las exitosas movilizaciones del norte de Africa, y dentro en la isla, las Damas de Blanco quienes valientemente salen a caminar en silencio, sin permiso, armadas de una sonrisa y un gladiolo blanco demostrando ser más fuerte que todos los medios que poseen y gastan los esbirros de la Seguridad del Estado. Esta es la mejor muestra que una pequeña acción constante combinada de los grupos disidentes es la mejor arma que haría volar por los aires cincuenta años de miedo y dictadura. Somos muchos, tan sólo tenemos que ponernos en marcha, exhibir y repetir nuestro descontento hasta la saciedad. Pero no podemos hacerlos sin coordinación, se necesita una estrategia global de los grupos disidentes y pasos tácticos transparentes que nos ayuden a alcanzarla.

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